Es un fenómeno ciertamente extraño, porque Noboa ha comprado todos los boletos para provocar la protesta social:
- el aumento del IVA del 12 al 15%;
- el aumento del precio de las gasolinas Extra y Ecopaís, tras reducir el subsidio;
- la confrontación con la vicepresidenta de la República en sus afanes de reelección y no encargarle el poder;
- sus descalificaciones a los líderes del movimiento indígena y del sindicalismo, con quienes no se ha reunido, entre otros aspectos.
Pese a ello, Noboa ha enfrentado muy pocas advertencias, por ejemplo, de los sindicatos, y un casi nulo bloqueo de los indígenas.
El 4 de julio, el Frente Unitario de Trabajadores (FUT) organizó una movilización nacional, que no pasó de eso; no hubo paralización de servicios públicos ni bloqueo de vías, tampoco enfrentamientos con la fuerza pública.
Dos días antes, el Frente Popular, que agrupa a organizaciones sociales afines al partido Unidad Popular (ex MPD) protagonizó esporádicas protestas que incluyeron quema de llantas en el norte y sur de Quito y en el norte de Guayaquil. Fueron tan breves que, en pocos minutos, la Policía reanudó el tránsito de las calles inicialmente bloqueadas.
Los transportistas intercantonales e interprovinciales habían anunciado un “apagado de motores”, medida con la que pretendían no trabajar durante 2 días para presionar al gobierno para que garantice seguridad en las carreteras. Un día antes, los propios dirigentes se echaron para atrás, mientras las otras modalidades de transporte han mantenido negociaciones con el régimen a través de mesas técnicas de diálogo.
Y la CONAIE, cuyo líder, Leonidas Iza, fue proclamado precandidato presidencial, ha optado exclusivamente por pronunciamientos públicos de crítica hacia las acciones del Ejecutivo, pero sin concretar anuncio alguno sobre protestas o movilizaciones.
¿Cómo entender esto?, ¿Acaso el país perdió la capacidad de protesta? ¿O el gobierno de Noboa ha sido lo suficientemente hábil como para capear el temporal?
La respuesta es compleja, tomando en cuenta que el presidente no lidera ninguna operación política, su ministro de Gobierno casi no aparece ni hace vocería, y quien sostiene las negociaciones, el viceministro Esteban Torres, se ha caracterizado por un estilo confrontador.
Una lectura válida deviene de la grave crisis de seguridad que enfrenta el país, que mantiene copada la atención de la mayor parte de la sociedad, pero además es innegable el fantasma de las movilizaciones de octubre de 2019 y junio de 2022. Esta última significó 18 días de paralización con millonarias pérdidas para la economía, por lo cual, está claro, una buena parte de la población no quiere que eso se repita.
Innegable también es la cercanía de las elecciones presidenciales y legislativas, que tienen una incidencia directa en la carrera por captar votos.
Lo cierto es que hoy Daniel Noboa luce muy cómodo, al menos en este campo.