Con solo treinta y cinco años, es el presidente más joven en la historia del Ecuador. Ahora tiene la oportunidad de mostrar que el relevo generacional viene con una nueva forma de hacer política: romper con la polarización que se ha convertido en el “freno de mano”, un bloqueo sistemático a toda posibilidad de acuerdos para concretar las reformas que el país necesita.
Tener claro que es un gobierno para algo más de un año, en medio de una crisis con dos catalizadores muy duros: inseguridad en los peores niveles y la economía muy debilitada: desempleo, pobreza, déficit fiscal, necesidad urgente de reactivación. Allí están los dos grandes ejes de gestión del nuevo gobierno: seguridad y economía son, sin duda alguna, las dos grandes prioridades.
Además, tendrá por delante dos retos complejos que la naturaleza le impone, agravados por la falta de gestión en infraestructura, crisis energética y fenómeno de El Niño.
Es necesario trabajar en dos niveles: las urgencias, acciones que generen resultados muy rápido, porque la magnitud de la crisis así lo exige. Mientras tanto, avanzar en los cambios estructurales, la gestión estratégica con metas de al menos mediano plazo, algo que el Ecuador no ha hecho desde hace tiempo: infraestructura y obra pública, atracción de inversiones, vivienda social, agenda de transición energética, fortalecimiento del sistema de seguridad social, reducción y eficiencia del gasto público, reformas y acciones para combatir la corrupción, entre otros temas pendientes.
Necesita equipos que combinen el conocimiento técnico y la energía de la nueva generación, con la experiencia y talento político indispensables para sortear las restricciones de todo orden: legales, financieras y sobre todo políticas, la necesidad buscar acuerdos que viabilicen las reformas necesarias.
La comunicación va a jugar un rol estratégico fundamental. El presidente necesita definir un estilo, una forma de hacer comunicación. En estos tiempos en que la hiperactividad en redes y la lógica de “instant gratification” que caracteriza a las nuevas generaciones, pone una presión terrible a los gobernantes, que conducen una manada de elefantes, lenta y pesada, que es el gobierno, afectando su imagen muy rápido.
Armonizar discursos y vocerías, manejar una estrategia digital que no caiga en prácticas negativas, que no active troles ni “guerreros” como solución, que tampoco sobrevenda temas irrelevantes, sino que muestre claridad, cercanía y transparencia.
Sobre todo, debe definir una narrativa que pueda cambiar el clima social negativo, de temor e indefensión, que se ha instalado en la mayoría de los ecuatorianos. Necesitamos con urgencia recuperar la esperanza, el optimismo necesario para activarnos, aportar desde nuestro lugar para sacar el país adelante.
Para todo este armado, va a necesitar una “mesa estratégica”, un espacio de cuatro o cinco personas del más alto nivel, que se reúnan cada día muy temprano, para hacer un análisis prolijo de agenda, urgencias, mensajes, acciones, decisiones, prioridades, tareas, responsables, siempre con una premisa fundamental: cumplir desde el primer día el principal rol del gobernante que es poner agenda, liderar el debate siempre. Esto significa poner a la sociedad, a los actores políticos, a debatir sobre lo que el gobernante considere que el Ecuador debe debatir. Solo así puede evitar que los rivales políticos, los medios, el “círculo rojo”, le impongan temas, prioridades, agenda. Debe trabajar como un comité de crisis.
Con lo que se decida en esa mesa, el presidente podrá tener un mapa de situación muy claro cada día: definir mensaje, actividades, mover equipos, interactuar con otros poderes y liderazgos, conducir el país, algo que el Ecuador extraña.
En términos de imagen y comunicación, Daniel Noboa tiene una gran fortaleza: recibe un gobierno con “la vara muy baja”. El gobierno del Guillermo Lasso tiene una percepción de ineficiencia gigante, su valoración está en menos del 10%. Por tanto, Noboa necesita mostrar dinamismo, decisión, acciones concretas y comunicarlas con efectividad, para cambiar la percepción de insensibilidad y lentitud que ha caracterizado al gobierno saliente.
Si tiene éxito, si pone agenda, muestra resultados y avances, si comunica con efectividad, podrá ser “reelegido” en febrero del 2025 y convertirse en el líder de la nueva generación.
A nosotros, los ciudadanos, nos toca apoyar, aportar, siempre manteniendo el juicio crítico, porque el éxito de Daniel es el éxito de todos. Que la nueva generación demuestre que tiene credenciales para hacerse cargo y cambiar el Ecuador.