Ataques modernos: La nueva guerra
Hezbollah, un grupo militante con sede en el sur del Líbano, ha estado en conflicto con Israel por décadas. En medio de una escalada de tensiones, el grupo buscó mejorar la seguridad de sus comunicaciones abandonando el uso de teléfonos móviles, vulnerables a ser interceptados por parte de la inteligencia israelí y optó por los más discretos y «obsoletos» beepers.
 
Estos dispositivos de comunicación, a pesar de su tecnología simple, fueron considerados una forma más segura de transmitir mensajes cortos sin riesgo de seguimiento inmediato.
 
Los informes apuntan a que los beepers modelo Gold Apollo AR-924, fabricados en Taiwán y distribuidos a través de una compañía húngara, fueron interceptados antes de llegar a Hezbollah. Analistas de seguridad como Michael Horowitzy Jake Williams explicaron que, muy probablemente, los dispositivos fueron manipulados para incluir pequeñas cantidades de explosivos plásticos de grado militar, como PETN o RDX, que serían detonados remotamente.
 
Este tipo de ataque requeriría una planificación meticulosa, probablemente involucrando a varios actores en la cadena de suministro. Según expertos de ASIS International, el hecho de que miles de estos dispositivos pudieran ser alterados sin ser detectados revela un nivel de penetración y acceso extremadamente alto en las operaciones logísticas de Hezbollah(Articulo Explisiones). 
 
La inserción de explosivos en un dispositivo tan básico como un beeper muestra hasta qué punto la tecnología de la guerra moderna ha evolucionado, donde el sabotaje a través de canales aparentemente inofensivos se ha convertido en una táctica clave. 
 
Todo ocurrió así: El 17 de septiembre de 2024, poco después del mediodía, comenzaron las explosiones en distintas partes del sur del Líbano. Los beepers afectados fueron programados para recibir un mensaje que activó los explosivos internos. Esto provocó una ola de pánico, ya que los dispositivos, que habían sido considerados seguros, se convirtieron de repente en armas letales en manos de los propios usuarios de Hezbollah.
 
Expertos como Lukasz Olejnik, consultor de ciberseguridad, descartaron la posibilidad de que estas explosiones fueran el resultado de una simple falla técnica, como el sobrecalentamiento de baterías de litio. En cambio, afirmaron que fue necesario modificar los dispositivos físicamente, colocándoles explosivos en su interior. 
 
Este tipo de infiltración subraya la importancia de asegurar las cadenas de suministro, especialmente en zonas de conflicto, donde dispositivos comunes pueden ser convertidos en herramientas de sabotaje. Este incidente recuerda ataques como el famoso caso de Stuxnet, un virus utilizado para dañar centrifugadoras nucleares en Irán, o la colocación de explosivos en productos electrónicos utilizados en asesinatos selectivos de líderes militares. 
 
Estos ejemplos muestran cómo la tecnología se ha integrado profundamente en las tácticas de guerra modernas. Lo que hace único el ataque contra Hezbollah es la utilización de un dispositivo tan simple como un beeper, algo que pocos habrían considerado un objetivo probable para el sabotaje.
 
El ataque ha generado una gran preocupación dentro de Hezbollah, no solo por las pérdidas humanas, sino por el impacto psicológico en sus filas. La capacidad de Israel para infiltrar su red de suministros y manipular sus herramientas de comunicación fue un duro golpe para la moral del grupo. 
 
Según informes de medios como Reuters y Wired Middle East, Hezbollah ha iniciado una investigación interna para determinar cómo pudo ocurrir este ataque y ha jurado vengar las muertes de sus miembros.
 
Este evento ha sido señalado como un recordatorio de la creciente intersección entre la tecnología y los conflictos armados. Las vulnerabilidades en la cadena de suministro, combinadas con operaciones de inteligencia avanzadas, pueden convertir cualquier. 
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