La escasez de lluvias ocurrió desde junio y los apagones se presentaron oficialmente desde el 27 de octubre con la posibilidad de que se extiendan hasta mediados de diciembre. ¿La razón? Se reservó agua para que las hidroeléctricas operen en medio del grave estiaje. Eso dio aún más tiempo para hacer mantenimiento a termoeléctricas, respaldo de generación que quedó olvidado ante la inmensa capacidad del 90% de la hidroelectricidad. El gobierno quiso creer que no pasaría esta crisis ¿Por qué con el Fenómeno de El Niño llegarían lluvias? Mal cálculo.
Ecuador cuenta con 1.754 MW de termoelectricidad instalados, pero según la propia CENACE solo están disponibles 853. Los 901 MW restantes están en proceso de recuperación, en mantenimiento o fuera de operación por obsoleto. Y el organismo oficial alertó hace meses del déficit energético elevado en un escenario seco.
A más de los daños de equipos, de productos que requieren una cadena de frío, de la seguridad y las afectaciones a la vida diaria, solamente la Cámara de Comercio de Quito ha estimado que la pérdida a escala nacional en el sector comercial es de 18 millones de dólares por hora de apagón, a más de que el último trimestre del año (en que se producen los apagones), representan el 30% de las ventas totales para el sector. El sector productivo dio una desoladora cifra consolidada: más de mil millones de dólares las pérdidas por apagones.
Impulsar la transición energética es ya parte del interés y la presión de la banca internacional y en el Ecuador nos estamos quedando rezagados: en el Plan Maestro de Electricidad 2019 constaban proyectos para satisfacer la demanda nacional e incentivar la inversión privada. A 2021, Ecuador tenía 5,3 GW de capacidad en energía renovable. Los objetivos eran añadir 1,4 GW para 2031 de nueva capacidad de energía renovable a 2031. Entre 2020 y 2022 debieron entrar en operación siete centrales, pero solo se inauguró una y de tres que se preveía que funcionen en 2023 no ha empezado la construcción.