Muy “sueltos de huesos” es común escuchar este titular en cualquier reunión. Si viviéramos en Suiza o Noruega, en donde la tasa de desempleo en menores de 25 años es inferior al 5%, habría justificación. Pero en el Ecuador lastimosamente el 90,1% de jóvenes no puede acceder a empleo adecuado: 9 de cada 10 jóvenes ecuatorianos no tienen empleo.
Entonces nace la reflexión sobre la romantización de la precarización laboral y de condiciones para nuestros jóvenes que, en pocos años, deberán encargarse de la estabilidad de la seguridad social y del destino del país.
En Ecuador, solo el 40% de familias puede acceder a una vivienda propia. En la actualidad para comprar una casa de 40.000 dólares y pagar una cuota mensual es necesario entre el 40% y el 78% de un ingreso de, al menos, 854 dólares a 20 años plazo.
Hace más de una década para adquirir una casa de las mismas características se necesitaba entre el 25% y el 41% de un ingreso mínimo de 626 dólares. En otras palabras, hoy la misma vivienda cuesta el doble con la misma cantidad de ingresos. Y esto es muy importante cuando solo 1 de cada 10 jóvenes tiene empleo digno.
Es fácil acusar al gobierno, a los empresarios, a las condiciones, pero en la práctica es una responsabilidad compartida, en que poco se gana identificando culpables. Lo importante es dejar datos de valor para tomar acciones:
– El gobierno, generando políticas de acceso a vivienda digna, tomando en cuenta la complicada situación de los menores de 30 años.
– La banca privada para entender que le negocio de colocar de poco riesgo no es sostenible en el tiempo.
– Los empresarios en entender que generar plazas de trabajo en jóvenes potencia el consumo y el desarrollo en todo el país, haciéndolo sostenible en el largo plazo.
Desde el discurso siempre es posible «crear realidades» y minimizar un problema tan complejo como la falta de empleo adecuado en todos los grupos etarios, bomba de tiempo cuya explosión no discriminará afectados.