Woke y Anti-Woke: Más que una tendencia

Riesgos y tensiones de ambas posturas La confrontación entre woke y antiwoke no está exenta de riesgos que pueden profundizar la polarización social:

Fragmentación del diálogo: Ambas posturas al extremo pueden convertir el debate público en trincheras ideológicas, cerrando espacios para el entendimiento.

Simplificación de problemas complejos: La instrumentalización política de estos movimientos puede reducir cuestiones profundas a consignas o gestos simbólicos. Efectos sobre la democracia: El uso polarizador de estos discursos puede erosionar la confianza en las instituciones y fomentar una cultura de confrontación permanente que podría derivar en enfrentamientos más fuertes que el de las ideas.

La política anti-woke y la respuesta conservadora

Es una reacción a lo que se percibe como un “exceso del progresismo” y se quiere caracterizar por postulados como:

  • Defensa de la libertad de expresión: Rechazar la cultura de la cancelación y promover un discurso sin censuras.
  • Crítica al revisionismo histórico: Cuestionar iniciativas que buscan reinterpretar el pasado desde una óptica contemporánea.
  • Valoración de las tradiciones: Defender las estructuras culturales y valores considerados pilares de la sociedad.
  • Escepticismo hacia las identidades: Plantear que el enfoque excesivo en identidades individuales fragmenta la cohesión social. Los anti woke defienden diferencias biológicas entre hombres y mujeres y su complementariedad y promulgan la existencia de valores innatos de las mujeres, como la maternidad y la empatía. Sus defensores argumentan que protegen principios fundamentales como la libertad individual y el pluralismo ideológico. Sin embargo, el anti-woke es criticado por minimizar problemas de desigualdad y perpetuar privilegios con su discurso.

La política woke y la justicia social

La política woke desafía las estructuras de poder tradicionales y aboga por la inclusión y la equidad en áreas como:

  • Justicia racial: Luchar contra el racismo sistémico y promover la diversidad en todos los ámbitos.
  • Género e identidad sexual: Apoyar los derechos LGBTQ+ y deconstruir normas de género tradicionales.
  • Medioambiente: Reivindicar acciones urgentes frente a la crisis climática.
  • Colonialismo y reparación histórica: Reconocer y corregir los legados de la opresión colonial y la esclavitud.

Este movimiento ha sido una fuerza impulsora para visibilizar injusticias y generar cambios significativos en leyes y políticas. Sin embargo, sus críticos señalan que, en ocasiones, puede derivar en actitudes moralistas y en limitantes del debate abierto.

La palabra “woke” tiene sus raíces en el inglés afroamericano vernáculo (AAVE, por sus siglas en inglés) y originalmente significaba “estar despierto” o “alerta”. Se utilizaba para describir a alguien consciente de las injusticias sociales, particularmente las relacionadas con racismo y opresión.

El término comenzó a ganar importancia en las décadas de 1940 y 1960, asociado a los movimientos de derechos civiles en Estados Unidos. Por ejemplo, el músico Lead Belly usó “stay woke” en una canción de 1938 para advertir sobre los peligros del racismo y las injusticias. En el siglo XXI, “woke” se popularizó como un llamado a estar alerta no solo al racismo, sino también a una variedad de problemas sociales y políticos, como la desigualdad de género, los derechos LGBTQ+ y el cambio climático. Con el tiempo, el término ha sido adoptado, transformado y, en algunos casos, satirizado en debates políticos y culturales globales.

Desde los woke se han implementado las “campañas de cancelación” que son acciones colectivas (generalmente en redes sociales) que buscan señalar, criticar y, en algunos casos, marginar a una persona, empresa o institución por comportamientos, declaraciones o acciones consideradas ofensivas, inmorales o contrarias a ciertos valores éticos o sociales.

Con esto buscan ejercer responsabilidad social y llamar la atención contra discursos que perpetúan discriminación, odio o violencia sistémica. Aplica a quienes son figuras públicas, empresas o marcas en un llamado a que sean responsables por sus acciones o palabras.

Ambas visiones surgen de preocupaciones sobre la dirección de nuestras sociedades y se están polarizando sin que medie diálogo para que las diferencias ideológicas se aborden con respeto y profundidad (nada raro entre los humanos). J.K. Rowling, autora de Harry Potter, ha sido crítica a algunas posturas del movimiento woke, especialmente en temas de género. Sus declaraciones han sido interpretadas como transfóbicas por algunos sectores, lo que la colocó en el centro de una campaña de cancelación. Otros la defienden como una voz que cuestiona el dogmatismo progresista. El boicot a empresas por supuestos incumplimientos de valores woke es significativo. Marcas como Disney han sido criticadas por no avanzar lo suficiente en cuestiones de inclusión. Algunos estados de Estados Unidos han legislado contra la enseñanza de teorías críticas sobre raza en las escuelas, como la “Critical Race Theory”. Este movimiento, liderado por grupos anti-woke, ha sido interpretado como un intento de censurar discusiones sobre desigualdad racial.

Elon Musk, propietario de X (anteriormente Twitter) y crítico frecuente del movimiento woke, ha promovido un enfoque anti-woke en sus plataformas. Argumenta que la cultura woke sofoca la innovación y limita la libertad de pensamiento. Ya es un símbolo polarizador: admirado por quienes comparten su visión y criticado por quienes lo acusan de fomentar discursos reaccionarios.

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