Coca Codo Sinclair no es solo una obra de ingeniería monumental. Es, también, un proyecto marcado por sombras de controversia. Desde su concepción, la hidroeléctrica ha estado vinculada a disputas políticas y legales que aún la persiguen.
Se construyó durante el régimen del expresidente Rafael Correa, un periodo caracterizado por un fuerte control político, lo que ha envuelto a la planta en una narrativa de suspicacia, con la etiqueta del tráfico de influencias
Se construyó durante el régimen del expresidente Rafael Correa, un periodo caracterizado por un fuerte control político, lo que ha envuelto a la planta en una narrativa de suspicacia, con la etiqueta del tráfico de influencias
siempre al acecho.
Pero ¿qué pasa si dejamos de mirar a Coca Codo Sinclair a través de la lente de la política y comenzamos a verla como lo que es: una obra que funciona y, más importante aún, ¿una obra que Ecuador necesita, especialmente ahora?
La crisis de la energía
En las últimas semanas, Ecuador ha enfrentado cortes de luz significativos. La demanda ha crecido y la infraestructura ha comenzado a mostrar signos de fatiga. No obstante, en medio de este escenario, Coca Codo Sinclair se mantiene como un pilar indispensable, evitando lo que fácilmente podría ser un colapso energético mayor.
Sin esta central, Ecuador se vería abocado a una crisis aún más severa. Pero la planta no ha sido recibida por el Estado. Durante años ya, el argumento de fisuras milimétricas ha puesto en pausa su recepción contractual y que, de hecho, han llevado a un arbitraje internacional contra la gigante estatal china que la construyó. Estas fisuras no son solo problemas técnicos, sino síntomas de una estructura de responsabilidad que no ha sido adecuadamente resuelta.
Sin esta central, Ecuador se vería abocado a una crisis aún más severa. Pero la planta no ha sido recibida por el Estado. Durante años ya, el argumento de fisuras milimétricas ha puesto en pausa su recepción contractual y que, de hecho, han llevado a un arbitraje internacional contra la gigante estatal china que la construyó. Estas fisuras no son solo problemas técnicos, sino síntomas de una estructura de responsabilidad que no ha sido adecuadamente resuelta.
Lo que hace que el dilema de Coca Codo Sinclair sea particularmente difícil es que, a pesar de su tamaño, a pesar de su necesidad, está atrapada en una red de incertidumbre. Las fisuras, aunque no amenazan inmediatamente su operación, han socavado la confianza en su durabilidad a largo plazo. Y, mientras tanto, el Estado ecuatoriano sigue siendo el responsable último de un proyecto que, técnicamente, aún no es suyo.
Pensar fuera de la caja: La desinversión como opción Aquí es donde surge una idea que, si bien puede parecer radical, merece ser considerada: ¿y si el Estado optara por desinvertir en Coca Codo Sinclair?
La propuesta es simple en su premisa, pero profunda en su implicación. La desinversión sería una transferencia del riesgo, una oportunidad para que el Ecuador reciba ingresos inmediatos y, a la vez, descargue la responsabilidad técnica y financiera de mantener la planta en funcionamiento. La idea es que Sinohydro, la misma empresa que la construyó, podría asumir la propiedad y la gestión de la planta. Después de todo, ¿quién mejor para operar y mantener una obra de esta magnitud que quienes la erigieron? Los escépticos pueden argumentar que confiar en la misma empresa que enfrenta arbitrajes por problemas de construcción es, en el mejor de los casos, ingenuo.
Pero aquí es donde entra el verdadero potencial de la desinversión. Sinohydro, si asumiera el control, tendría el incentivo perfecto para asegurar que las fisuras se reparen adecuadamente y que la planta funcione con la máxima eficiencia. Al fin y al cabo, sería su propio activo en juego.
A cambio, la empresa podría garantizar al Estado ecuatoriano condiciones favorables en cuanto al despacho de electricidad y precios preferenciales, permitiendo que el país siga disfrutando de los beneficios de Coca Codo Sinclair sin riesgos asociados a su operación. Sería, en esencia, una solución “fuera de la caja” a un problema enredado en política, legalidad y técnica.