Con pocas semanas en el gobierno Daniel Noboa cumple su plan de campaña y plantea la consulta popular. Como era de esperarse, todo el Ecuador está hablando de su forma e implicaciones políticas. Pero, en el fondo, la consulta parece tener ciertos tintes que
se escapan de la plática comunitaria, pero no del diálogo de los privados de libertad, ni de los beneficiarios
de la narcopolítica.
Las preguntas que los incomodan son la de la extradición de ecuatorianos para que sean juzgados y sentenciados extraterritorialmente, y la eliminación de la minería ilegal, sector conocido por ser en el que se lavan grandes cantidades de dinero, conforme fuentes oficiales han comunicado desde hace mucho.
¿La consulta es otro golpe al narco? Los hechos que vive el Ecuador responden afirmativamente. Pero ¿por qué las preguntas de la consulta afectan tanto a los
criminales?
Más allá de las preguntas de la consulta, ¿cómo se justifica el caos desatado con un cambio de timón en el gobierno? Al romper el diálogo con las mafias desde las cúpulas más altas del poder se toparon fibras sensibles que hoy nos han llevado a ver un país en llamas. Al parecer muchos gobiernos prefirieron ignorar la realidad de las mafias, a cambio de tener algo de gobernabilidad en un país en donde evidentemente la relación entre el narco, grupos políticos y policía, iba mucho más allá de ser un “secreto a voces”.
Recordemos lo ocurrido en Colombia. Todo comenzó con un abrupto crecimiento del tráfico de marihuana acompañado de un “negocio” infiltrado en todas las estructuras públicas y privadas del país: el lavado de activos.
Esto desencadenó una ola de violencia en que, tras cinco años de sufrimiento, el Estado decidió tomar cartas en el asunto y en 1979 firmó el tratado de extradición con Estados Unidos, mercado principal de la venta de droga colombiana. Esto preocupó a los grupos delictivos y dieron a conocer su descontento con actos criminales a toda escala y la frase “Preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”.
Claramente, una pena severa y bajo los estrictos controles por los que son conocidas las cárceles norteamericanas es peor que la pena de muerte o la muerte en cualquier circunstancia, pues el castigo diario por el resto de los días es conocido por ser una pena incluso por algunos conocida como tortuosa.
No hay duda de por qué estos hechos desencadenaron la guerra contra el narco, una guerra interna, Estado contra mafias, llena de acciones intimidatorias permanentes, atentados, muertes de civiles, militares, políticos, jueces y demás actos que por la historia conocemos.
La historia tampoco se salvó de llevar impresa los nombres de los siniestros narcotraficantes y delicuentes que provocaron miles de lágrimas y gotas de sangre a los colombianos: Pablo Escobar, Carlos Lehder, Fabio Ochoa y los hermanos Enao. Con las nuevas herramientas digitales para infundir pánico, este conflicto bélico será proyectado en tiempo real por los delincuentes, mientras tengan algo de fuerza. Esta será una noche en que las Fuerzas Armadas llevará el campo de batalla al lugar donde se encuentren estos grupos armados, y su resistencia será visible según sus capacidades logísticas.
En Ecuador estamos viviendo las páginas de la historia colombiana que nadie quisiera releer, Alias “Fito”, los “Choneros”, “Tiguerones” parece que las están escribiendo. Sus nombres son cotidianos en las noticias, controlan las cárceles y delinquen a los ojos de los ciudadanos y todas las autoridades.
Hoy el gobierno ecuatoriano ha firmado un decreto reconociendo “la existencia de un conflicto armado interno”. Herramienta que le da la capacidad a las Fuerzas Armadas de ejecutar acciones militares contra los grupos terroristas. El país espera con desesperación resultados urgentes de esta decisión, sin importar las formas, y la aprobación por parte de la Corte Constitucional, o por lo menos tomarse el tiempo necesario en su pronunciamiento para poder ver resultados que precautelen la seguridad de los ciudadanos.
La incapacidad y complicidad de algunas autoridades y actores políticos con los criminales hoy se hará evidente, serán quienes se escondan tras discursos siniestros que quitan del foco del diálogo de lo importante para sacar réditos electorales en momentos donde el único discurso debería ser unidad y seguridad de todas y todos.
Se debe presionar desde el gobierno y la sociedad civil hasta que la depuración de las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, Fiscalía, juzgados, y servidores públicos infiltrados sea una realidad.
Hoy los ciudadanos tenemos dos herramientas para combatir a la narcopolítica y los grupos armados: el voto y ejercer nuestra capacidad de difundir nuestra postura en esta guerra que nos afecta a todos.
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